Publicado: Jue, 30/11/2017 - 07:53
Actualizado: Jue, 30/11/2017 - 16:14
La plaga de aburrimiento que parece haberse instalado en el mundo, está llevando a cada vez más personas a “desaburrirse” comiendo. Esta es una de las tesis que plantea la psicóloga británica Sandi Mann en “El arte de saber aburrirse” (editorial Plataforma).
En opinión de Mann, una de las peores cosas que hacemos con el aburrimiento es darle de comer. Según esta profesora de Psicología de la Universidad Central de Lancashire (Reino Unido), más del 40% de la población come algo cuando se aburre: por lo general dulces, pero también snacks salados, razón por la que Sandi Mann tituló el cartel de una de sus conferencias en la British Psychology Society como “Una chocolatina al día mantiene alejado el aburrimiento (o por qué el aburrimiento es el pilar de la industria de las golosinas)”.
Según una investigación que cita Mann en su libro, cuando alguien está aburrido elige como primera actividad “beber algo” (generalmente, café) en un 64% de los casos o “comer alguna cosa” (45%), especialmente chocolate. Sin embargo y por más que sorprenda, el aburrimiento es una emoción nueva que florece con la revolución industrial y, muy especialmente, con el frenesí que internet causó en nuestras vidas en la última década del siglo pasado. De hecho, según el Oxford English Dictionary la palabra “aburrimiento” (boredom) apareció por primera vez en inglés en 1750, aunque no fue hasta 1852 cuando se introdujo en la literatura con la novela “Casa desolada” de Charles Dickens (hasta para eso fue grande el autor de “Grandes esperanzas”…) Eso sí, hasta la década de 1920 los psicólogos no comenzaron a estudiar el aburrimiento, concentrándose inicialmente en los aburridos trabajadores de las fábricas.
Pero que conste que el libro de Mann no es aburrido, sino bastante divertido y, en ocasiones, hasta hilarante, como cuando describe que en Gran Bretaña ha surgido un Club de Hombres Aburridos, al que pertenece, por ejemplo, un señor llamado Peter Willis al que solo le interesa una cosa en la vida: las rotondas… Tampoco tienen desperdicio algunos recuadros del libro en donde se dan a conocer los museos más aburridos del planeta. La lista la encabeza el “Museo Británico de la Cortadora de Césped” de Southport, en Merseyside (Gran Bretaña), mientras que el segundo puesto lo ocupa el “Museo del Collar de Perro” del castillo de Leeds, figurando en un decoroso octavo puesto el “Museo del Correo Basura” de Austin, Minnesota (EE.UU.)
En el libro, Sandi Mann cuenta que su interés por el aburrimiento comenzó tras graduarse como psicóloga y comenzar a trabajar como dependienta en una tienda de ropa muy tranquila, donde se aburría tanto que se dedicaba a desplegar y plegar suéteres solo para tener algo que hacer (como era de esperar, la tienda cerró al cabo de un tiempo).
Pasemos, pues, a la parte “aburrida”. A juicio de esta psicóloga, el aburrimiento comenzó a crecer exponencialmente con internet hasta la actualidad, cuando varios estudios a gran escala que cita Mann confirman que jamás en la historia los alumnos habían estado tan aburridos en clase. Otro tanto parecen indicar las investigaciones que se realizan en las empresas. Es más, Sandi Mann todavía más lejos y afirma que el auge de los deportes extremos guarda relación con “el boom del aburrimiento” (como ha titulado la revista “The Psychologist” un artículo) y la creciente necesidad de segregar dopamina saltando desde puentes, por ejemplo, con una cuerda atada a la cintura.
La razón es bien sencilla: actualmente, estamos de promedio seis horas al día con nuestras bien halladas pantallitas. Por cierto, en respuesta a quien se aburre más, si los hombres o las mujeres, Mann responde que “ante el aburrimiento nosotras propendemos más a oponerle multitarea, mientras ellos se inclinan más por el hobby obsesivo”. Al respecto, esta psicóloga cuenta que cuando su hijo le dice “¡Me aburro!” ella le contesta “¡Genial! Abúrrete un poco más”, a diferencia de muchas mamás-tigre (la expresión surgió del libro de Amy Chua “Battle Hymn of the Tiger Mother”) que creen que someter a sus hijos a todo tipo de actividades extraescolares estimula sus mentes.
Pero ahora viene lo bueno: el hecho de que nos hayamos acostumbrado a estar continuamente sobre-estimulados saltando de enlace a enlace y de red social en red social, como de flor en flor, ha traído que en los escasos tiempos muertos en los que no estamos sobreexcitados sintamos ese estrés posmoderno que lleva a los adolescentes a exclamar “¡Me abuuuuuurrro!”.
Tal vez ello explique que nos atiborremos de comida basura en busca de endorfinas cada vez que estamos ociosos (una palabra que también ha caído en desgracia por mor del Dios nórdico del trabajo y de lo mucho que nos gustan los “negocios”, palabra que procede del latín “nec otium”, que significa “no ocio”).
Aunque existen muchas investigaciones sobre la llamada “alimentación emocional”, hay muy pocos estudios, en cambio, que examinen específicamente la relación entre comer chocolate o beber café y estar aburrido. Y es una pena.
Una de los primeras investigaciones que sugieren un vínculo entre el aburrimiento y la conducta alimentaria se realizó en 1977 –revela Mann en la página 44–, cuando varios psicólogos encontraron que los participantes comían más cuando se les daba a hacer una tarea aburrida que cuando se les proponía una tarea más interesante. Una encuesta más reciente llevada a cabo por el Priory Hospital (un centro especializado en salud mental situado al sudeste de Londres) con 2.000 personas encontró que el 47% de mujeres y hombres de entre 16 y 24 años de edad y el 40% de entre 35 y 44 años de edad reconocían comer para combatir el tedio.
Como si se tratara de un bucle infernal, cuanto más aburridos estamos, más nos saciamos de alimentos ricos en grasa, sal y azúcar, según confirman diversas investigaciones. En opinión de Mann, el aburrimiento está relacionado con tener niveles bajos de dopamina (un neurotransmisor que actúa sobre los ganglios basales), lo que podría explicar que nos entren ganas de comer determinados tipos de alimento para segregar este mensajero químico.
Si no te has aburrido y todavía tienes ganas de profundizar en cómo es la versión 2.0 del aburrimiento, puedes consultar aquí el artículo que publiqué en el “Magazine” del diario “La Vanguardia” con el título de “El nuevo aburrimiento”.